Imane Khelif

Desafíos en los criterios de elegibilidad deportiva: el caso de la boxeadora Imane Khelif

Análisis28 agosto 202418 Minutes

Los Juegos Olímpicos de París 2024, que pretendían ser una celebración de la excelencia atlética y la unidad cultural, se han visto eclipsados por varias polémicas importantes. Desde sensibilidades religiosas hasta problemas medioambientales, estas cuestiones han suscitado debates y críticas en todo el mundo, ensombreciendo los JJOO y todo el trabajo que hay detrás.

Nada más comenzar los JJOO estalló una de las polémicas más destacadas durante la ceremonia inaugural, donde una representación que se asemejaba a «La Última Cena» de Leonardo da Vinci suscitó una condena generalizada, especialmente por parte de grupos religiosos lo que obligó a los organizadores a pedir disculpas.

Además de las controversias culturales, las cuestiones medioambientales también afectaron a los Juegos. El río Sena, símbolo histórico de París, estaba destinado a albergar pruebas como triatlones. Sin embargo, las fuertes lluvias provocaron vertidos de aguas residuales, lo que suscitó preocupación por la calidad del agua y la seguridad de los atletas. A pesar de las garantías (como el famoso baño de la alcaldesa de Paris al más puro estilo de Fraga en Palomares), varios competidores enfermaron tras participar en pruebas celebradas en el río, lo que reavivó el debate sobre la idoneidad del Sena para su uso olímpico.

A las polémicas se sumó el escándalo de la selección femenina de fútbol de Canadá, sancionada por utilizar un dron para espiar los entrenamientos de Nueva Zelanda. Este incidente no sólo se saldó con una importante multa y una deducción de puntos, sino que también empañó el espíritu de juego limpio que los Juegos Olímpicos se esfuerzan por mantener.

Pero, sin duda, el caso más controvertido de los Juegos Olímpicos de París 2024 ha sido el de la boxeadora argelina Imane Khelif, ganadora de la medalla de oro en peso wélter femenino, cuya situación ha generado un acalorado debate en el ámbito deportivo sobre los criterios de elegibilidad en competiciones de alto nivel. Este tema no solo ha afectado a los Juegos Olímpicos, sino que también ha provocado reflexiones más amplias sobre las normativas en diversas competiciones internacionales. Durante semanas, las redes sociales fueron un hervidero de información, opiniones diversas, y en muchos casos, desinformación. Las discusiones se polarizaron rápidamente, creando un ambiente de confusión y enfrentamientos entre los espectadores. Desafortunadamente, esto derivó en una ola de mensajes de odio dirigidos hacia Khelif, exacerbando aún más la controversia y reflejando la falta de consenso y claridad en torno a las políticas de inclusión y elegibilidad en el deporte.

Este caso ha puesto en evidencia las tensiones subyacentes en torno a la identidad de género, la biología, la equidad  e integridad en las competiciones deportivas, temas que ya habían sido polémicos en el pasado como el caso de Caster Semenya. La situación de Khelif no solo resalta la complejidad de estas cuestiones, sino también la necesidad urgente de criterios claros y bien fundamentados que puedan guiar tanto a los atletas como a las organizaciones deportivas en el futuro y, sobre todo, proteger la integridad del deporte.

Para entrar en contexto en el caso Khelif, la Asociación Internacional de Boxeo (IBA), que no está afiliada al Comité Olímpico Internacional (COI), en lo que se refiere a criterios de elegibilidad por razón de sexo adoptó una postura más rigurosa y más pragmática, exigiendo que las atletas compitan en la categoría correspondiente a su sexo biológico, posiblemente debido a preocupaciones sobre ventajas competitivas derivadas de niveles elevados de testosterona u otras características físicas asociadas con ciertas Anomalías de Diferenciación Sexual (ADS), de las cuales hablaremos más adelante. En contraste, la “Unidad de Boxeo” del COI permitió la participación de Khelif en sus competiciones, basándose en un enfoque más inclusivo, que se enfoca en la identidad de género y no presupone una ventaja competitiva simplemente por variaciones en el desarrollo sexual, a pesar de que numeroros expertos argumentan que las mujeres transgénero mantienen ciertas ventajas físicas incluso después de la terapia de reemplazo hormonal. Esto incluye factores como la densidad ósea, la capacidad pulmonar y el tamaño corporal, que no se ven significativamente afectados por la reducción de testosterona.

Es por ello que, en un primer momento,  Khelif fue descalificada por la IBA para competir en los Campeonatos Mundiales de Boxeo en 2022 y 2023, pero más tarde fue autorizada por el COI para participar en los Juegos Olímpicos de París 2024, subrayando las discrepancias entre los criterios de elegibilidad de estas organizaciones.

Hasta el año 2021, el COI, en el caso de mujeres trans, estipulaba el criterio de elegibilidad dependiendo de unas pautas basadas en un límite de testosterona de 10 nanomoles por litro de sangre. En noviembre de ese mismo año y debido a la escasa base científica de las pautas anteriores (ya que se consideraba que aun con esa cantidad existía cierta ventaja competitiva), el COI publicó un nuevo marco que dejó en manos de las federaciones los criterios de elegibilidad y por tanto la determinación de posibles ventajas competitivas, descartando la presunción de ventajas basadas en el sexo, a pesar de que la evidencia científica reconoce que aunque la testosterona suprimida reduce algunas ventajas físicas, como la masa muscular y la fuerza, estas ventajas no se eliminan por completo. En particular, se observan ventajas residuales en la fuerza y tamaño corporal que podrían afectar el rendimiento en deportes de contacto y fuerza, y así como han reconocido asesores del COI como Joanna Harper (mujer trans y atleta) en varias ocasiones.

Este cambio de enfoque ha generado controversia, ya que el COI ahora prioriza la inclusión sin considerar suficientemente las diferencias biológicas que podrían afectar la equidad en la competencia, especialmente en el deporte femenino. Las federaciones deportivas se enfrentan al desafío de equilibrar la inclusión con la protección de la equidad competitiva, un dilema que sigue siendo objeto de intenso debate en el ámbito deportivo.

En este sentido, la IBA había establecido unos estrictos criterios de elegibilidad, basándose en un único factor: la verificación cromosómica. La normativa de la IBA, concretamente en las definiciones del Reglamento de Competición, estipula que solo pueden competir en la categoría femenina aquellos individuos con cromosomas XX. Cualquier persona con cromosomas XY queda automáticamente descalificada, como lo establece claramente su reglamento:

“Mujer: significa un individuo con cromosomas XX. Para este propósito, las boxeadoras pueden ser sujetas a un test de sexo aleatorio o dirigido para confirmarlo, que servirá como el criterio de elegibilidad de sexo para las competiciones IBA.”

Aunque la descalificación por parte de la IBA suscitó especulaciones sobre la posibilidad de que Khelif fuera una mujer transgénero, esto no necesariamente implicaba tal situación. El verdadero motivo detrás de la decisión no se hizo público de inmediato, lo que contribuyó a la controversia. Posteriormente, el ex Presidente del Comité Médico de la IBA, el Dr. Ioannis Filippatos, reveló en una rueda de prensa que “los resultados de los análisis de sangre reflejan que Khelif es hombre”, aclarando así las razones de su descalificación y, por tanto, dejando claro que no se trataba de un caso de transexualidad. Del mismo modo, Thomas Bach, presidente del COI, tuvo que rectificar una de sus declaraciones en la que había insinuado que el caso de Imane Khelif podría estar relacionado con un caso de transexualidad. Posteriormente, el COI rectificó que en realidad se trataba de un caso de Anomalías de Diferenciación Sexual (ADS), lo que cambió significativamente la percepción del caso, a pesar de que expertas en el tema como Irene Aguiar ya habían advertido de la posibilidad de tratarse de ADS.

Ahora bien, es necesario explicar de que se tratan las ADS que hemos mencionado y cuáles son sus implicaciones en el deporte. Las Anomalías de la Diferenciación Sexual (ADS), también conocidas como DSD por sus siglas en inglés (Disorders of Sex Development), son un grupo de condiciones congénitas en las cuales el desarrollo del sexo cromosómico, gonadal o anatómico es atípico. Estas anomalías pueden afectar la formación de los genitales, el desarrollo de las características sexuales secundarias y los niveles hormonales. Las ADS ocurren cuando existe una discordancia entre la apariencia externa de los genitales y el sexo cromosómico (XX o XY), lo que resulta en características sexuales que no son típicamente masculinas o femeninas. Estas condiciones pueden manifestarse de diferentes maneras, desde genitales ambiguos hasta diferencias en las estructuras reproductivas internas. A través de numerosos estudios científicos se han podido clasificar las ADS reconocidas hasta la fecha.

Como hemos mencionado y a diferencia de lo que a veces se afirma, atletas como Khelif no presentan hiperandrogenismo, que se refiere a niveles anormalmente altos de testosterona. Más bien, su condición podría estar relacionada con una ADS conocida como deficiencia de 5-alfa reductasa (5-ARD), que influye en el desarrollo físico y hormonal, como es el caso de Caster Semenya. La 5-ARD resulta de una mutación en el gen responsable de la enzima 5-alfa reductasa, la cual convierte la testosterona en dihidrotestosterona (DHT), un andrógeno crucial para el desarrollo de los genitales masculinos y otros rasgos sexuales secundarios como el vello facial. En ausencia de DHT, los genitales externos se desarrollan en una forma típica femenina. Las personas con 5-ARD pueden tener testículos funcionales y niveles normales de testosterona para su sexo, aunque sus genitales externos puedan parecer femeninos.

Por otro lado, en el caso de Khelif, también podría deberse a una ADS similar conocida como el Síndrome de Insensibilidad Androgénica Parcial (SIAP), dónde el receptor de andrógenos funciona parcialmente, permitiendo algún grado de respuesta a la testosterona y DHT, pero no de manera completa. Lo podría suponer que se desarrollara con genitales externos femeninos, como ocurre con la 5-ARD, al mismo tiempo que se desarrolla con niveles hormonales masculinos.

En ambos casos, diversos científicos sostienen que los atletas con diversos tipos de ADS pueden experimentar ventajas físicas significativas debido a la exposición a niveles elevados de testosterona durante la pubertad. Esta exposición temprana a la testosterona contribuye al desarrollo muscular, la densidad ósea y la capacidad aeróbica, proporcionando una ventaja en deportes que requieren potencia, resistencia y fuerza. Estos efectos de la testosterona sobre el desarrollo físico pueden perdurar y ofrecer ventajas competitivas a largo plazo, a pesar de las modificaciones hormonales posteriores.

Por lo tanto, para salvaguardar la equidad e integridad en las competiciones deportivas sería necesario considerar estos factores al abordar las regulaciones para atletas con ADS y trans. Ahora que conocemos el caso de Khelif y que se trata de un tipo de ADS, se reabre el debate en cuanto a las normas de elegibilidad y participación. La crítica principal radica en la falta de transparencia y coherencia entre las organizaciones deportivas.

Es por ello que las Anomalías de la Diferenciación Sexual presentan un desafío complejo en el ámbito deportivo. Si bien estas condiciones son médicamente reconocidas y afectan a un pequeño porcentaje de la población, su impacto en el deporte de élite es significativo debido a las posibles ventajas competitivas asociadas con niveles elevados de testosterona. Es necesario la creación de un marco unificado de elegibilidad que sea aceptado por todas las federaciones deportivas (y del COI) y que integre evidencia científica actualizada sobre las ADS y el rendimiento deportivo. Este marco debería basarse en estudios rigurosos que consideren tanto los niveles de testosterona, como otros factores como la densidad ósea, la masa muscular y la capacidad cardiovascular. Además, se debe garantizar que las normativas protejan la integridad de las competiciones femeninas y a la vez fomentar la inclusión de los atletas con ADS o transgénero.

Es por ello que para regular la inclusión de deportistas trans y mujeres ADS en la categoría femenina, una gran parte de la literatura científica reconoce que el uso de límites de concentración de testosterona de 5 nanomoles por litro en sangre es un umbral justificable basado en la mejor evidencia científica disponible. Sin embargo, es necesario que la ciencia se cerciore que no mantengan una ventaja deportiva previa, a través de la medición de la testosterona biodisponible y la función de los receptores de andrógenos. La memoria muscular, en relación con la exposición previa a la testosterona, también es un área de interés, ya que podría implicar una ventaja persistente incluso tras la supresión de la hormona.

Otro aspecto importante que podría tenerse en cuenta es la influencia de la genética en el rendimiento deportivo, tal y como estipula la IBA, se limita específicamente la composición de los cromosomas sexuales, es decir, clasificar únicamente entre cromosomas XX y XY, si bien este es mucho más excluyente que la concentración en los niveles de testosterona.

El caso de Imane Khelif subraya la necesidad urgente de armonizar los criterios de elegibilidad deportiva a nivel internacional. Si bien la inclusión es un valor fundamental, debe ser equilibrada con la necesidad de mantener la equidad en las competiciones. Un enfoque basado en la ciencia, que considere las complejidades de las ADS y la identidad de género, podría ofrecer una solución justa y sostenible para el futuro del deporte.

 

Abel Guntín
Abogado especializado en Derecho Deportivo