Violencia

Fútbol y violencia, una historia sin final

Opinión23 octubre 20247 Minutes

Después de lo ocurrido en el último derbi madrileño con la agresión al portero del Real Madrid Courtois por parte de la afición del equipo colchonero, parecería que la violencia en los estadios desaparece, pero regresa cuando menos lo esperamos.

Hace décadas atrás, tres países se repartían la vergüenza de ser los que más muertes en estadios de fútbol tenían según las estadísticas: Brasil, Italia y Argentina, tres países caracterizados por la pasión futbolera. Pasión que se tradujo en crimen y barbarie muchas veces.

En Argentina se detectó dos esferas de violencia deportiva.

La que vivía en el futbol de ascenso, y propugnaba la lucha y la conquista de la bandera del rival tal fuera una verdadera guerra, y en la cual se lamentaba encontrarnos con el desenlace de numerosos heridos de arma blanca cuando no alguna víctima de un homicidio.

Eran episodios que tenía como protagonista a “barras bravas” de clubes menores, no los de élite generalmente.

La otra modalidad nació a partir de los grandes negocios que derivan del espectáculo deportivo y donde estos facinerosos que se dicen alentadores, simpatizantes de una institución de fútbol, y que no son otra cosa que verdaderos delincuentes cometen aberrantes delitos por la porción del botín que deben repartirse.

Esta forma de violencia en el fútbol no necesita de clubes adversarios sino de fracciones dentro de un mismo club, más precisamente clubes con poder y dinero para luchar por las ganancias que arrojan algunos negocios y otros negociados no muy pulcros, hasta el horror de matar por ellos.

Los ultras, los hooligans, las barras bravas, los torcedores violentos no son gente del futbol, son delincuentes que atentan contra el deporte más popular y hermoso del mundo.

Es por ello que deben ser juzgados y condenados por la justicia ordinaria por los delitos que cometen en ocasión de hechos deportivos, y a la vez recibir una sanción deportiva de expulsión de por vida de los estadios de futbol del mundo.

Entre las ciencias que se vinculan al futbol la sociología seguramente es la más cercana a analizar estos fenómenos de líderes perversos que buscan cometer daños y llevar consigo a inocentes que en soledad son padres de familia y ejemplos en el trabajo, pero que en la masa humana de un grupo sin control se desconocen y son capaces de las mayores atrocidades que puede cometer un ser humano.

Muchas veces los cómplices de estos sujetos suelen ser la propia dirigencia de la institución que para actos políticos necesita de la mano desocupada de estos siniestros, pero que ante la búsqueda de la retribución por este y algún otro trabajo requerido no pueden controlarlos para evitar su indisciplinado y violento accionar.

Hay otras causas que alimentan la violencia, y no solo la violencia física, sino también el mostrar carteles a favor de las duras historias que ha sufrido el mundo, como banderas con el signo de la esvástica, que hizo que un arbitro suspendiera el juego hasta que fuera retirada y detenido su portador.

La prensa poco neutral (o casi nada) suele ser también algunas veces vehículo de violencia en los estadios. Opiniones grotescas, elevadas de tono contra el colegiado suelen crear aún en el usuario de una platea o de un palco, de los lugares más privilegiados de un estadio, reacciones inusuales que pueden despertar realizar cualquier acto delictivo o infracción.

Los propios jugadores en su afán de perder tiempo en perjuicio de su adversario cuando el resultado les favorece alientan en los hinchas la indignación, arrojándose en el terreno de juego, simulando infracciones o lesiones inexistentes, muchas de ellas que, ante la amenaza del árbitro de mostrar una tarjeta, suelen recuperarse como por arte de magia. La educación debe llegar también al atleta para evitar esos tipos de conducta que para nada son de un verdadero profesional del deporte.

La violencia no sólo se traduce en los actos que dañan el físico sino también aquellos que perturban la psique o el espíritu de los deportistas y, por ello, al deporte mismo.

Los gestos de discriminación y racismo mostrados por los simpatizantes de un club en un estadio de futbol o de cualquier deporte es una muestra de violencia psicológica como de una falta de educación y sentido de empatía entre seres humanos.

Estos tristes sucesos alejan a las familias de los espectáculos deportivos y ponen en riesgo todos los fines de semana la vida de niños o mayores que acuden a un estadio a disfrutar de la alegría del más popular y grandioso deporte que es el fútbol.

Todas estas situaciones requieren de una justicia deportiva que aplique duras sanciones a quienes son sus autores materiales e intelectuales. Condenas que a la vez produzcan una sabia enseñanza de demostrarle a estas personas que con sus vandálicos actos dañan algo tan sano y valioso como es un deporte.

La justicia ordinaria desde una condena penal y las autoridades deportivas con sanciones administrativas deportivas podrán encontrar la solución, aplicándole ambas penas por sistemas acusatorios diferentes que permiten soslayar el principio “non bis in idem” ya que uno estará protegiendo el juego deportivo y su espectáculo en lo administrativo, mientras que el otro velará por la vida de los ciudadanos que acudan a ver un juego con la garantía del principio de indemnidad.

Solo se trata del compromiso de todos los que amamos el futbol en los distintos ámbitos, políticos, deportivos judiciales y sociales.

Así el flagelo de la violencia en el futbol se rendirá de una vez y para siempre a los pies de la Justicia y la Paz.

 

José Emilio Jozami
Mediador Externo de la FIFA y Alumni del Programa Ejecutivo en Compliance en el Deporte